Cuando se habla de lujo, supongo que estaréis de acuerdo conmigo al considerar que se trata de una palabra muy pomposa, que se ha estado empleando con demasiada ligereza tanto por el mundo del marketing como por el de la publicidad; y que cuando algo no podía ser clasificado como absolutamente lujoso, entonces no se dudaba en emplear el término de lujo accesible, o incluso la palabra Premium.
Sin embargo, el verdadero lujo es un placer que se consume en privado, y que se siente en los detalles. Su desnaturalización se produjo cuando se separó el concepto de valores tales como el savoir-faire o la exquisitez. También es cierto que el lujo del bling bling está felizmente de capa caída, y que cada vez se impone más la idea de un lujo discreto. Las grandes marcas del lujo han aprendido mucho de Zara en el sentido de que se han dado cuenta de que si quieren sobrevivir, tienen que ofrecer lo que el consumidor quiere.
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