Y se hizo la luz

Los mejores descubrimientos de belleza siempre surgen de necesidades más urgentes. Fue durante los primeros años de mis pequeñas fieras cuando me volví una experta en correctores de ojeras y fue mi piel sensible al sol la que me dio un verdadero máster en autobronceadores. 

No hay nada como que un día se te olvide desmaquillarte (sé que esto es casi un pecado, pero me quedé literalmente dormida con el maquillaje puesto…), tu piel amanezca apagada, sin vida y necesites, precisamente ese día, estar lo más guapa posible, para que la búsqueda en el cajón de los productos por probar sea de lo más eficaz. 

Y así fue mi reencuentro con Le Blanc de Chanel. Después de meses (incluso años) sin utilizarlo, esta base hizo “el milagro” con mi piel y vuelve a pasar a la estantería de mis productos favoritos.

Se trata de una prebase que utilizan muchos maquilladores profesionales. Lo que hace es dar luz al rostro de forma inmediata y unificar el tono (desaparecen rojeces y alteraciones). Digamos que deja “el lienzo” (es decir, la piel) perfecto para aplicar el maquillaje.

Deja los poros perfectos, matifica y como os digo, la piel queda muy luminosa. Os diré que el maquillaje me duró en perfecto estado (me había aplicado una ampollita de Germinal antes) y al desmaquillar por la noche, estaba prácticamente intacto. La aplicación puede hacerse con pincel, aunque yo prefiero hacerlo con los dedos.

Pese a que dicen que se puede utilizar con polvos, yo al prefiero aplicar una base de maquillaje fluida, porque si no, me queda la cara demasiado pálida. También se puede aplicar como iluminador tras el maquillaje en puntos clave del rostro, pero esto aún no lo he probado.